me miraste a la entrepierna dulcemente
y esclavo te rendí mi cuerpo ardiente
al mostrarme tu excitante desnudez.
Puse mis manos en tus suaves senos
y sentí un placentero escalofrío,
quise ignorar mi pensamiento obsceno
y quise, a mi pasión, ponerle freno,
más tu fuego quemaba como el mío.
Esa tarde bebí de tu ambrosía,
penetré en tu más oculta tentación,
mil besos besé mientras gemías
y no puedo olvidarme de aquel día,
ni de lo duro que estaba... tu colchón.
2 comentarios:
-Contra el hambre no hay pan duro, ni para el sexo un mal conchón, otra cosa es el recuerdo del encuentro "per-verso" que nos plasmas aquí. jajaja ¡Muy bueno!, no lo olvides.
¡Joder, Luisito! ¡Qué malo es eso de estar de Rodriguez ...!
Enhorabuena por esos delicados versos. Fíjate si serán buenos que hasta me he excitao ...
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