miércoles, 27 de marzo de 2019
A LA MEMORIA DE MI HERMANO FALLECIDO
Te fuiste, Manolín, sin despedirte
y no entendí por qué tanto sigilo;
sabiendo que, en vida, fue tu estilo,
no comprendo la prisa por morirte.
Se apagó la luz, en un instante,
apenas un gesto o un suspiro;
por un segundo, creo que deliro,
pienso que no estás y estás delante.
Ya, sin vida, un cuerpo inerte.
No me escuchas, no me hablas, no me ves;
tan solo queda el antes, no hay después.
¡Cuanto dolor me dejas con tu muerte!.
Tengo el alma rota en mil pedazos;
no consigo aprobar el examen de este duelo,
ni encuentro razones ni consuelo,
sabiendo que no tengo tus abrazos.
Descansa en paz, hermano.
De tu existencia, alzaste, joven, el vuelo,
dejándonos aquí en triste duelo
y con un lamento cotidiano.
Odio las macabras maniobras de la suerte,
o del mismo Dios, si existe.
Respóndeme, Señor, ¿por qué lo hiciste?,
si él fue bondadoso hasta su muerte.
EL TROVADOR IMPERTINENTE
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