Perdóname, España,
que no te abra la puerta

que aún no se ha quitado las legañas
y la idea de ti, hoy, me es incierta.
¿Qué fue de aquella etapa conciliada?.
¿Y de aquella transición tan aplaudida
y, por todos, refrendada?.
Tal parece que estuvieses muerta y enterrada;
o, tal vez, cuarentona y aburrida.
La sensatez y la cordura rota,
la convivencia tuerta.
Nadie entiende ya para qué vota
y en el vaso lleno de paciencia
no cabe ni una gota.
Perdóname, España, que no te abra la puerta.
EL TROVADOR IMPERTINENTE
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