Cuando esta pandemia pase,
los abrazos que no dimos
serán los que luego abraces.
Diremos solo una frase:
¡Gracias, Dios, estamos vivos!.
Todo será de otro modo,
tal vez seremos mejores,
más libres, más generosos;
sin miedos y sin temores,
prescindiendo de los codos.
Ni horarios ni restricciones,
la normalidad absoluta.
Sin charlas de Simón o Illa
y, además, ¡cago en la puta!,
tira ya la mascarilla.
El Trovador Impertinente
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