Desconsolada, la infanta Cristina
se pregunta por qué ha sido imputada.
Si no conozco, de Noos, la oficina
ni he firmado contratos, ni nada.
Ya no luce sonrisa como antes,
su mirada azul se está marchitando,
desde ayer, le ha cambiado el semblante
y pasa el día gimiendo y llorando.
Y cuando piensa en su vida de cuento,
al lado de Iñaqui, su principe azul,
su alegría se le torna en tristeza.
Su grave pena termina en lamentos
que sólo olvida si se va al Carrefur,
pues gastando ya no sufre Su Alteza.
EL TROVADOR IMPERTINENTE
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