Abrazo tus gemidos placenteros
y los rítmicos suspiros de tu pecho;
los dos, en uno solo, sobre el lecho,
piel con piel, talmente en cueros.
Es tanta la pasión, que desespero,
son tantos los placeres que cosecho
que he de penetrar pronto, por derecho,
porque mi miembro es mástil de velero.
Ya la lujuria se convierte en fuego,
los afanes se vuelven cadenciosos,
quiero alargar el tiempo que no queda.
Me pides que me espere y yo no llego
y me voy con espasmos temblorosos.
He terminado, ¡sálvese quien pueda!.
EL TROVADOR IMPERTINENTE
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