Damián fue a hacerse un chequeo rutinario. El médico
le hizo toda clase de pruebas y, al encontrar ciertos
valores que habia que mejorar, le recetó:
Atorvastatina para el colesterol, Losartan para el
corazón, Metformina para prevenir la diabetes, un
Polivitamínico y Desloratadina para la alergia y
como protector del estómago, el Omeprazol.
Damián fue a la farmacia y gastó gran parte de su
pensión en distintas pastillas de todos los colores.
A los pocos dias habia olvidado en qué orden debía
tomar algunas de las capsulas y pastillas y volvió,
de nuevo, al médico. Este, le notó un poco tenso y,
tras explicarle el orden de las ingestas, le recetó
Alprazolal y Sucedal para dormir.
Esa tarde, cuando entró en la farmacia, el farma-
céutico y los empleados le aplaudieron y le hicieron
la ola. Así mismo, el laboratorio fabricante de algu-
nos de los medicamentos le nombró cliente protector,
le regaló un termómetro y un boligrafo con el logo
de la farmacia.
A los poco dias, Damián se resfrió y su mujer le hizo
acostarse. Llamó al médico, le dijo que no era nada,
pero le recetó Tapsín dia y noche, Sanigrip con efedrina
y como le dió taquicardia, le agregó Atenolol y Amoxicilina.
Le salieron hongos y herpes y le indicó Fluconol con
Zovirax.
Lo que leía en las contraindicaciones de los prospectos
eran cosas terribles. No solo podía morir sino que podía
tener sangrado anormal, arritmias, insuficiencia renal,
cólicos y alteraciones del estado mental.
Asustadísimo, llamó al médico, que le dijo que no hiciera
caso y que estuviera tranquilo, mientras le hacía una
nueva receta con Rivotril con un antidepresivo, Sertralina.
En la farmacia ya le habían nombrado cliente VIP y
todo esto le iba poniendo cada vez peor. Llegó un
momento en que al pobre Damián no le quedaban horas
para tanto medicamento, por lo cual no dormía a pesar
de las cápsulas para el insomnio que le habian recetado.
Tan mal se puso que, un día, haciendo caso a lo que
había leido en los prospectos, SE MURIÓ.
El entierro fue multitudinario, pero el que más lloraba
era el farmacéutico.
Su esposa aún afirma que menos mal que le mandó a
tiempo al médico, porque si no, seguro que se habría
muerto antes.
EL TROVADOR IMPERTINENTE
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