miércoles, 17 de marzo de 2010

Uno de espias

Un espía huye del KGB ruso. A punto de ser capturado, se tropieza con una monja a la que le pide que lo esconda bajo el hábito.

Cuando los agentes del KGB se cruzan con la monja, le preguntan si ha visto a un hombre sospechoso que huye.

La religiosa les informa de que no ha visto a nadie, y los agentes siguen su camino.

Cuando el peligro ha pasado, el espía sale de debajo del hábito de la monja y dice:

-Gracias, hermana, por haberme salvado de ser capturado por el KGB.

-Lo he hecho con mucho gusto -contesta la monja.

-Si me lo permite, tengo que decirle, hermana, que usted tiene unas piernas muy hermosas. ¿Notó usted el leve besito que le di en las pantorrillas?

-Pues claro que sí.

-¿Y sintió usted después mis besos fogosos en sus rodillas?

-Por supuesto.

-¿Imagino que notaría también cuando fui subiendo y le pasé mi lengua por los muslos?

-¡Ay! Sí que lo noté, sí.

-¿Y qué hubiera sucedido, hermana, si yo hubiera seguido subiendo y subiendo con mi lengua?

-Pues que me hubieras chupao los huevos ¿O es que te crees que eres el único espía de por aquí?

3 comentarios:

luis dijo...

¡Qué corteeee...!. Le salió un "monje" en vez de una monja. La historia tiene huevos; ya se dijo siempre que el hábito no hace al monje...y, por lo visto, tampoco a la monja. Bueniiiisimo chiste, Jorge. PLAS,PLAS,PLAS,PLAS,PLAS.

Pepe dijo...

-JA,JA,JA, ¡Que huevos tienen la hermana!, digo el espía, bueno es lo mismo, ¿Será por güevos? ja, ja, ja, ¡¡¡¡que bueno..

manolo dijo...

jajajajajajajajajajajajajajajaja
¡¡Sorpresa, sorpresa ...!!

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